Intente desviar la mirada de aquellos intensos ojos oscuros, para dirigir los míos hacia sus senos desnudos, pero… no pude. Me tenían atrapado y solo tenia ojos para aquellas dos perlas negras. Era difícil de creer que yo estuviera allí, desnudo junto a una mujer que casi no conocía, pero el riesgo, el vivir al límite, me excitaba y me llenaba de un morbo jugoso y exquisito. Ella, de piel acaramelada y pelo largo de un castaño rubio parecido a la miel, debía de ser muy dulce. Yo mismo me engañaba, sabia que no era así. Quien nos viese a los dos, en aquella playa casi desierta, desnudos el uno frente al otro sin inmutarnos ante nada, pensaría que estamos locos… quizá lo estemos, yo simplemente soy prisionero de las fauces de sus profundos ojos y de aquella cruz, de plata (supongo), con unas curiosas incrustaciones en toda ella de preciosas joyas, que le colgaba del cuello y le caía a la altura del canalillo entre los pechos. Había oscuridad también fuera fuera de sus ojos, era de noche, la nocturnidad ya nos había atrapado y, a la luz de una fogata de pequeñas dimensiones, aun seguíamos el uno frente al otro, de pie, impasibles.
Cuando pude desviar, por fin, mis ojos de los suyos, observe y aprecie todo cuanto había pasado por alto hasta entonces. La cruz invertida, su estremecedor cuerpo… mientras el análisis era realizado por mi más calenturienta mente, su cuerpo, el que era tan bello, empezó a agrietarse. Empezaron a abrírsele heridas, llagas, supuraciones… mas cual fue mi horror cuando empecé a sentir que acontecían los mismos efectos sobre mi cuerpo. Ella estaba desapareciendo, su cuerpo se estaba convirtiendo en ceniza…
“… polvo eres y en polvo te convertirás…!
… y yo, yo… poco a poco iba desintegrándome, apagándome, muriendo.
Una suave brisa arrecio sobre el lugar y arrastro consigo las cenizas, esparciéndolas en toda la extensión del mundo y allí, sobre la arena solo quedo un triste recuerdo en forma de cruz, de cruz invertida.
Extraído de la columna “La pagina del miedo”. Publicada todos los domingos en el periódico el oriental. Quien a su vez la extrajo del Libro “el lado oscuro del cuento” de Víctor Morata Cortado
Cuando pude desviar, por fin, mis ojos de los suyos, observe y aprecie todo cuanto había pasado por alto hasta entonces. La cruz invertida, su estremecedor cuerpo… mientras el análisis era realizado por mi más calenturienta mente, su cuerpo, el que era tan bello, empezó a agrietarse. Empezaron a abrírsele heridas, llagas, supuraciones… mas cual fue mi horror cuando empecé a sentir que acontecían los mismos efectos sobre mi cuerpo. Ella estaba desapareciendo, su cuerpo se estaba convirtiendo en ceniza…
“… polvo eres y en polvo te convertirás…!
… y yo, yo… poco a poco iba desintegrándome, apagándome, muriendo.
Una suave brisa arrecio sobre el lugar y arrastro consigo las cenizas, esparciéndolas en toda la extensión del mundo y allí, sobre la arena solo quedo un triste recuerdo en forma de cruz, de cruz invertida.
Extraído de la columna “La pagina del miedo”. Publicada todos los domingos en el periódico el oriental. Quien a su vez la extrajo del Libro “el lado oscuro del cuento” de Víctor Morata Cortado
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