2 de agosto de 2010

El día en que todo se acabo (Parte I)


Hipotéticamente el mundo tenía que acabar ese día, así decían las predicciones, según otros ya estaba escrito.

Todo se transformo en una gran plaza llena de gente, de escombros, se habían derrumbado los edificios, las casas, las calles se agrietaron, los carros chocaban y los que no fueron destruidos a causa de la caída de las estructuras de la ciudad.

La mayoría de la gente parecía hipnotizada, poseída, corrían como locos, no tenían destino alguno, chocaban unos con otros.

Había fiestas, orgías, peleas, saqueos. Era una nueva versión de Sodoma y Gomorra, habían pailas de azufre por doquier, parecía que el suelo hacia erupciones, tipo volcán.

El pecado se había vuelto humano y no había forma alguna de detenerlo ni contrarrestarlo, estaba ahí con ellos, presente en cada acto, como una fuerza sobrenatural que se había apoderado de todo en la ciudad.

Los que creían en algo oraban y pedían misericordia a su dios. Los que no creían estaban asombrados, todos atónitos porque de alguna forma se estaba cumpliendo el Apocalipsis, eso que tanto dudaban estaba ocurriendo ante sus ojos y ellos eran los protagonistas de lo que alguna vez fue una macabra historia. Solo esperaban que los jinetes del infierno vinieran cabalgando en busca de cada uno de ellos.

Los jóvenes por fin se juntaron, ya no había distinción entre ellos, había de todas las faunas existentes: emos, tukis, malandros, rockeros, reggaetoneros, ravers, modernos, rastas, gays, asexuales, heteros y todos aquellos que aun eran especies que no estaban definidas. Disfrutaban como nunca, bailaban de todo, desde raspa canilla hasta música moderna, de esa europea o indie que tanto le gusta a los pavos.

En fin todo acabaría, ya nada tendría razón, no habría nada después de eso, ni promesas, ni esperanzas, nada, todos morirían por igual y que mejor forma que hacerlo bailando.

El sol se tapo, todo era oscuridad, tinieblas, con muchas chispas de fuego cayendo del cielo y una sustancia algo viscosa que empegostaba sus cuerpos y hacia que todos se aceleraran y se quitaran la ropa, producía como calor o excitación o algo placentero, era una especie de sustancia mágica, poderosa, tal vez era alcohol, droga o algún barbitúrico. Era como celestial, porque venia de arriba, decían ellos.

Sabes, si arriba realmente existía algo o alguien, estaba entonces bien molesto para ocasionar todo esto, o si había alguien abajo estaba disfrutando al máximo de este caos.

Las doñas como siempre, estaban atemorizadas, el caos reinante, no salían palabras alguna de ninguna boca, todos quedaron mudos, se movían o hacían todo por inercia o alguna fuerza sobrenatural que actuaba sobre ellos. La mayoría de los ingenuos o pacatos quedaron ciegos, no tenían derecho ni crédito para ver semejante carnaval.

Después de tanto desorden, desnalgue vieron que todo estaba muy mal, peor de lo que esperaban, y no había control si es que alguna vez lo hubo. Y todo era o sucedía por su mala conducta o actitud que llevaban en su forma de vida, antes del fin y mas horrible aun la que tomaron en presencia de el.

En vista de esto, en un intento desesperado de darle un cambio positivo a esto, todos decidieron unirse y armar una gran caravana, todos de rodillas en procesión hasta el río más cercano y así orar y limpiar sus pecados o impurezas.

Absolutamente todos estaban arrepentidos, estaban unidos como nunca, estaban los mandatarios corruptos, los malos profesores, los delincuentes, los tontos, todos los mencionados anteriormente en la historia y un largo etc.

Como por arte de magia o algo celestial si así podríamos llamarlos, les volvió la voz, era lo mucho y lo fuerte que gritaban, rezaban, imploraban, suplicaban que se hizo un eco abismal, tanto así que tembló, el mar se rodó y cayó una fuerte tempestad, matando a algunos, dejando mas pobreza y enfermedades a los sobrevivientes.

Quedaron vivos los más fuertes y uno que otro coleado, sorteándolos a una nueva vida.

Era un nuevo despertar, un comienzo, la oportunidad que tanto ellos querían.

El señor parece que escucho sus suplicas (Continuara)


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