31 de marzo de 2008

Rebeldía adolescente


Ese día despertó con una rabia desenfrenada, haciendo gala de la rebeldía que caracteriza a la adolescencia. Viendo como el techo se desplomaba encima de ella.
Lo primero que vio fue su imagen en el espejo y se dio cuenta de que el acné se apoderaba de su cara. En su mente surgió un remolino de ideas incendiarias, sus ojos estaban rojos como el fuego y un lenguaje caustico que mandaba a todos al mismísimo carajo.

El infierno está en la tierra y a veces lo encontramos por una cosa o persona o por la insensatez propia que desatan las incoherencias.

Por lo visto la salvación no estaba en su casa, allí encontraba seres que según su rabia no la entendían.
A veces pensamos que las soluciones de nuestros problemas están en la calle o en personas disfrazadas de amigos.
El amiguismo no es más que un exceso de jalabolismo hacia otro, a mi parecer, es ver la perfección en alguien peor que nosotros y calcar ese modelo a toda cuestas. Es malo exaltar a las personas, etiquetarlas de lo mejor, pasa que le alimentas el ego y a la final se va y hace mierda todo. Al igual que en las relaciones, luego que das todo, que sirves de buena compañía, el otro crece y te manda al carajo y te deja hecho mierda otra vez.

Ese día ella quiso hacer eso con todos, lástima que la burla hacia ella era mayor que su odio, su desprecio hacia el mundo.

Cuando eres joven te enfrentas a todo tipo de cosas, hasta a ti mismo, es una lucha diaria. Todo alrededor se hace un caos y solo uno tiene el control remoto de la situación.

Ella decidió contemplarlo, en fin, al final todo pasa, es un chiste con poco de malditismo infantil. Vio como todo se desvanecía y sus intentos por hace pedazos al mundo no era más que un simple capricho absurdo de la adolescencia.

Siempre se piensa que después que se madura la mente se pudre y es mejor no crecer. Solo vivir en un mundo paralelo, artificial, donde tú mismo puedas armar un castillo de naipes e incendiarlo pensando que están todos los que odias adentro de él y no dejar que otro lo haga, que con solo un miserable soplido lo tumbe.

Sus ganas eran tan inmensas, solo quería pegarle los zapatos de goma a cualquiera en la cara.
De pronto se asomo la tarde y su ira se escondió, se desvaneció. Se dio cuenta que muchas veces estamos solos para lo mucho que queremos hacer, que solo son arrebatos de nuestras hormonas. Se encerró en su cuarto a dormir con la idea de no despertar nunca más. Al menos eso era lo único claro que tenía en su mente, desaparecer…

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