Tal
vez seamos las personas más felices del planeta y aun no nos hemos dado cuenta.
Siempre
esta la tendencia de medir la felicidad con cosas materiales, con un sinfín de tonterías
que mas adelante terminan desgastándonos, restándonos minutos de vida.
Particularmente
pocas veces valoraba esas “pequeñeces” que son tan importantes e
imprescindibles para llevar una vida completa.
Quejándome
de cosas que al fin de cuentas no tienen sentido o son tan insignificantes que
es inútil malgastar tiempo pensándolas, dándonos mala vida, desperdiciando
tiempo en ello.
Somos
caprichosos, malcriados, nos quejamos por todo; por la lluvia, el sol, el
transito, etc., y nunca nos tomamos la molestia de ver lo positivo o al menos
buscar una solución.
Casi
nunca agradecemos por un día más de vida, por la salud, la familia, por esa
persona que llena nuestros momentos. Desprestigiamos la vestimenta, los
alimentos, no somos conformes.
Somos
egoístas, pedimos algo y pretendemos que se cumpla inmediatamente, yo soy uno;
como no sucede tan de prisa como queremos entonces enfurecemos, nos ponemos coléricos,
dudamos, cuestionamos la fe y no nos damos cuenta que el de arriba tiene un
cronometro que mide el tiempo terrenal y sabe cuando enviarnos las cosas,
cuando tienen que suceder, en su espacio de tiempo único, determinado, exacto y
preciso.
Por
ello la frase: “El tiempo de Dios es
perfecto”
Realmente
sucede cuando es, cuando es nuestra oportunidad, cuando hemos hecho los meritos
suficientes para merecerlo, sea algo bueno o malo.
A
veces nos olvidamos del karma y sus efectos, que sufrimos o gozamos de las consecuencias
de nuestros actos. Al final del día, lo
malo es experiencia; lo bueno es maravilloso, son recuerdos, una guía, una base
y que queda de nuestra parte aprender, rectificar.
En
esta ecuación es importante vivir y dejar hacerlo.
Veo
que hay personas que no lo ponen en práctica, que ignoran que tienen una vida.
A
veces tenemos bastante con nuestros propios asuntos como para estar entrometiéndonos
en los de otros o que personas ajenas lo hagan en los nuestros.
Debemos
de actuar con fe, convicción, siempre guiándonos por lo que somos, por lo que
sentimos, por lo que queremos, y no por lo que otros hacen o pretenden que
hagamos, por las malas influencias.
Como
dije anteriormente, no nos damos cuenta de lo que tenemos, bien sea bastante o
poco, obviamos lo felices que podemos llegar a ser, no agradecemos, no vemos a
nuestro alrededor.
Tal
vez exista un cambio en las personas por dos posibles razones:
1)
Aprendieron demasiado
2)
Sufrieron suficiente
Quizás
para mí fue una combinación de ambas, las cosas suceden por algo y la ganancia
que dejan es la experiencia; el abrir bien los ojos nos permite ver lo que nos
rodea, lo que tenemos, lo que queremos.
Tal
vez madure un poco, aprendí a creer en las cosas, las veo, las siento y las
vivo a mi manera, tengo mi propia vida.
En
fin, era muy feliz y no me daba cuenta, valore, agradecí y lo puse en práctica.
Este
es el resultado
¿Qué
tan feliz eres? Atrévete a descubrirlo…