Hay noches en las que quisiera que el
descanso fuera lo suficientemente reconfortante, mañanas en las que no quisiera
despertar, tardes que quisiera que fueran eternas.
He sido vulnerable en mis decisiones,
pasivo en mis actos, débil en mis pensamientos, incoherente en los pasos que
doy.
He olvidado como comulgar con mis
ideas, de encontrar la formar de sincronizar todo.
Todo cambia, lo se. Ya es pecado
esperar algo mas, virtud conformarse con las migajas.
Para mí que a veces nada es suficiente,
esto se transforma en un continuo choque, en una lucha sin fin entre el bien y
el mal, donde el orgullo se viste con su mejor traje y ser humilde no importa,
la coherencia se va al limbo. Decir la verdad se transforma en un arma mortal y
las mentiras no duelen, son sinceras, esconderlas u ocultarlas es fácil.
A veces quisiera gritar, decir que
estoy harto de todo, pero no puedo hacerlo; pueden resultar heridas personas
susceptibles.
Entonces tengo o me he puesto un
límite si se quiere virtual que debería de desaparecerlo.
Es el mismo que en días como hoy me
hace odiar todo, que me hace ver que todo es relativo, un maldito ciclo que
cuando esta en su mejor momento se acaba.
Ya me es constante agradecer lo malo,
no esperar nada, tolerar ausencias, amar lo que detesto.
Acostumbrarme al insomnio, a la resaca
que deja, a los dolores de cabeza que parecieran que fueran garras que
acarician con una sutil maldad mi cuero cabelludo, mi cerebro y de a poco van
desfigurando todo; que a causa de esto mis pupilas se tornen rojas como el
fuego que debe de arder en el infierno.
El tiempo pasa, las cosas pasan, las
cicatrices quedan.
En mí a veces son invisibles, tienen
apariciones momentáneas, se hacen visibles cuando menos las espero y vuelven
mierda todo.
Eso es normal, al menos en mí.
No
he sido fuerte cuando he debido, si débil en todo momento.
Constantemente rebaso el límite de mi
trillada paciencia, nunca hay opciones disponibles, todo es lo mismo, un ir y
venir.
Un par de días “bien”, unos cuantos
“mal”, una rutina.
Y a esto llamamos “vida”, si, una
jodida vida que quizás no sea ajena para alguien más.
Que se convierte en una batalla con la
que diariamente hay que lidiar y ver como los héroes pasan a ser villanos,
donde se caen las mascaras, donde se distorsiona la realidad y se ve que todo
no es como parece, que es un surrealismo puro todo lo que nos pintan o lo que
nos creemos.
No hay espacios para soñar, para las
esperanzas.
Los sueños son imaginarios, etéreos.
Lo real son las pesadillas, lo malo.
Las promesas igual que las esperanzas
muchas veces resultan ser como documentos importantes que se quedan archivados
en una gaveta con candados, tal vez algún dia cumplan su fin o tal vez y lo mas
seguro es que se vuelvan amarillentas e inútiles, similar a cuando se pasan las
noches en blanco.
Todos ven lo que quieren ver, lo que
aparentamos, más no lo que realmente somos.
Por ello tal vez sorprenda cuando
sabemos que hay más allá de lo visible, que en vez de muros existen caminos
abiertos, que tal vez nos conduzcan a algún arco iris.
Pero ojo, no necesariamente el final
de este arco iris te lleve a un duende con una olla repleta de morocotas de oro
y un final feliz.
Recuerda que en esta vida hay mucha
ficción. Cada rosa tiene sus espinas.
Debo confesarte que casi siempre mi
arco iris y el camino que conduce a el esta a escala de grises...